Despedidas y regresos. Lo mejor y lo peor del cine en 2022. Publicado originalmente en «Inundación Castálida. Revista de la Universidad del Claustro de Sor Juana». Abril 23 de 2023. Año VI.No. 23

Despedidas y Regresos
Lo mejor y peor del cine en 2022

Pedro Paunero

El primer año post pandemia se caracterizó no sólo por el regreso de los Golden Globe Awards -en su histórica entrega número 80-, tras una controversia dolorosa, que señalaba a los miembros de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA, por sus siglas en inglés), como beneficiarios de suculentas dádivas, para inclinar la balanza en pos de tal o cual película, y otorgar, así, el premio. En 2022, la asociación mostró su alta capacidad de renovación, al invitar a más de un centenar de votantes extranjeros -entre los cuales me cuento-, con lo cual el premio se diversificó -aparentemente-, y mostró la ansiada apertura -quizás-, como su vuelta al escenario, en el hotel Beverly Hilton, de Los Ángeles, como la reconocida antesala del Premio de la Academia, el Óscar. A pesar de todo, su transmisión resultó la más baja, en cuanto a audiencia, de su historia.
Pero el año, también, se llevó a dos leyendas del cine, al “mago” de los efectos especiales, en febrero, a Douglas Trumbull (n. 1942), responsable de los asombrosos efectos de películas como “2001, Odisea del Espacio” (2001, A Space Odissey, 1968), de Stanley Kubrick, “Encuentros cercanos del Tercer Tipo” (Close Encounters of the Third Kind, 1977), de Steven Spielberg y “Blade Runner” (1982), de Ridley Scott, y director de un clásico, por derecho propio, de la Ciencia ficción, “Naves misteriosas” (Silent Running, 1972), así como al músico griego Vangelis, en mayo, verdadero maestro de los sintetizadores electrónicos, creador de las bandas sonoras de películas como la citada “Blade Runner”, la oscareada “Carros de fuego” (Chariots of Fire, Hugh Hudson, 1981), uno de cuyos cuatro Óscares recayó, precisamente, en Vangelis, o la biopic “Alexander” (2004), de Oliver Stone, que cuenta las vida y conquistas del macedonio Alejandro Magno.
En el terreno de la animación, el mexicano Guillermo Del Toro se hizo con el Globo de Oro, con su versión oscura y, a la vez, edulcorada, del clásico de Carlo Collodi, arrebatándole el premio, por primera vez, al dúo Disney-Pixar. Del Toro celebra la vida -a través del don otorgado al muñeco de madera-, en la adaptación más pagana que incluye una escena, y un tema, recurrente, en su filmografía, la de aviones volando en la noche, y dejando caer, descuidadamente, una bomba sobre un terreno habitado, o visitado, por niños, con el fascismo como telón de fondo, que ya aparecen en películas anteriores como “El espinazo del diablo” (The Devil’s Backbone, 2001) o “El laberinto del fauno” (Pan’s Labyrinth, 2006). La adaptación de Del Toro triunfa donde la de Laure de Clermont-Tonnerre, fracasa, en “El amante de lady Chatterley” (Lady Chatterley’s Lover), la enésima -y, una vez más, fallida- puesta en pantalla del libro prohibido de D. H. Lawrence. La cineasta francesa logra una película bonita, empero, que no pasa de ser una historia de amor, sin comprender el auténtico espíritu dionisíaco de la novela.
El viejo, y otrora “Rey Midas” de Hollywood, Steven Spielberg, nos dio una de sus mejores, como más entrañables películas, con “Los Fabelmans” (The Fabelmans), todo un tributo a la memoria de la infancia, que descubre el cine, y el amor por el cine, así como las vías que un niño tiene para convertirse en un cineasta célebre. Y si Spielberg recurre a los elementos biográficos, la película “RRR”, dirigida por S. S. Rajamouli, digna representante de Tollywood, aquel cine hecho en la ciudad de Hyderabad, mezcla una ficticia, como épica trama, donde las figuras históricas de Komaram Bheem y Alluri Sitarama Raju, precursores de la independencia de la India -la película, de hecho, se olvida por completo de Gandhi-, se convierten en aliados, y luchan codo a codo, a ritmo del “naatu”, una danza que pone en su lugar a los colonos británicos. Bollywood, Tollywood y Kollywood, demuestran que el público cinéfilo es mucho más variado, y capaz de representarse a sí mismo, que el consabido que tenemos en occidente.
El mexicano Alejandro González Iñárritu entregó su trabajo más personal e, igualmente, autobiográfico, con “Bardo. Falsa crónica de unas cuantas verdades”, título con el cual puso a despotricar a unos cuantos y a reconocerle, a otros, como a un cineasta cuya egolatría, siempre desbordada, es capaz de producir obras de tal magnitud, donde caben la reflexión y la auto adulación, en una película que se mueve entre la realidad y el sueño, para erigirse en un tipo de metacine que remite al Federico Fellini de “8 ½”.
“Rubia” (Blonde), dirigida por Andrew Dominik, cubre los silencios, y agujeros en la historia, de forma por demás tremendista, del mito de Marilyn Monroe, en una de las grandes apuestas de Netflix. Detestada por “reducir” a Marilyn a un mero “molino de carne” -es llevada de aquí para allá, mientras le practican abortos contra su voluntad, la violan y practica tríos sexuales-, y alabada por su impecable técnica cinematográfica, no oculta el material literario al cual adapta, la incendiaria novela de Joyce Carol Oates, eterna candidata al Premio Nobel. “Rubia” es una de las grandes películas de nuestro tiempo, a pesar -y con ello mismo-, de su escandalosa, y victimizante visión de Norma Jeane Baker, cuyo rostro embellecido conocemos como Marilyn Monroe.
El whodunit demostró que no ha muerto con la inteligente y divertida “Glass Onion, un misterio de Knives Out” (Glass Onion: A Knives Out Mystery), secuela de “Entre navajas y secretos” (Knives Out Mistery Murder, 2019), dirigida, una vez más por Rian Johnson, uno de los éxitos más sonados de Netflix. En esta, Daniel Craig interpreta, otra vez, a Benoit Blanc, el “mejor detective del mundo”, en una película impregnada de guiños a Agatha Christie, y su afamado Hércules Poirot. En esta ocasión la trama de “Diez negritos” y “Crimen bajo el sol”, se entrecruzan con una ácida crítica a Elon Musk, en medio de unos cuantos asesinatos, ocurridos en una edénica isla griega privada.
La “Babylon” de Damien Chazelle, hace un guiño a la desmesurada “Intolerancia” (1916), de D. W. Griffith pero, sobre todo, al devastador libro “Hollywood Babylon”, de Kenneth Anger, mediante el cual pretendió vengarse, de manera por demás sensacionalista, de Hollywood. En esta épica recreación de Hollywood, a medio camino del cine silente y principios del sonoro, caben la reflexión, la autocrítica y el homenaje.
2022, entonces, se caracterizó por el regreso, más o menos, masivo a las salas de cine, la auto reflexión de Hollywood sobre Hollywood y, sobre todo, del año que marca el inicio real -en efecto, post pandemia-, de una guerra dada entre las salas de cine y las plataformas de streaming. De quien resulte ganador, sólo espero que, el público, no resulte el vencido.

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